La comunidad está de luto. La tristeza se respira en nuestras calles, en nuestras casas, en nuestras iglesias vacías. En mis 27 años viviendo en esta comunidad, jamás había sentido tanto dolor como ahora. Nos encontramos despidiéndonos de amigos, familiares, vecinos. Ya no por voluntad propia, sino por miedo. Por redadas. Antes, ser hispano era sinónimo de orgullo. Orgullo por nuestras raíces, nuestras costumbres, nuestra cultura vibrante.
Hoy, para muchos, es sinónimo de temor. Temor al ser vistos, temor al hablar nuestro idioma, temor a salir a la tienda o simplemente manejar al trabajo. La incertidumbre pesa sobre nuestros hombros como una nube oscura que no se disipa. Se han llevado a muchos: hombres trabajadores, mujeres luchadoras, jóvenes con sueños, mamás, papás, abuelos sabios, tíos, sobrinos, vecinos, conocidos. Duele. Porque esto nos afecta a todos. No se trata de crear pánico. Se trata de despertar conciencia. Sí, hay muchas cosas que no podemos cambiar. Pero también es cierto que hay muchas cosas que sí podemos hacer. Y la más importante es unirnos. Porque cuando uno cae, todos lo sentimos. Porque en esta comunidad, el dolor de uno es el dolor de todos. Las redadas del ICE han creado una tormenta de miedo. La gente no quiere salir ni a comprar pan, mucho menos a asistir a la iglesia. Nuestras tiendas hispanas, que antes estaban llenas de vida y sabor, hoy lucen vacías. Y mientras tanto, nuestros niños sienten el peso de este miedo, aunque no siempre lo puedan expresar. Se preguntan por qué mamá está tan callada, por qué papá ya no sonríe, por qué no fueron al parque esta semana. Por eso es vital actuar con sabiduría. Conoce tus derechos.
En cualquier encuentro con agentes de ICE, recuerda que solo estás obligado a decir tu nombre legal.
NO firmes nada sin consultar con un abogado. NO muestres documentos falsos. NO corras. NO abras la puerta de tu casa sin una orden judicial firmada por un juez. Pregunta siempre: “¿Puedo irme?”. Documenta lo que veas. Informa. Defiéndete. Busca un abogado. La ley también protege tus derechos.
Habla con tus hijos. Explícales con amor lo que está pasando. Ten un plan de emergencia escrito.
¿Quién recogerá a tus hijos si tú no puedes? ¿Quién cuidará de tus seres queridos? Piensa en eso hoy. No mañana. Asegúrate de que alguien de confianza sepa qué hacer. No es ser pesimista. Es ser precavido. Y por favor, no difundas rumores ni historias sin fundamento. Muchos negocios hispanos han sufrido pérdidas por información falsa compartida en redes sociales. Ayuda siendo responsable. Si no tienes la historia completa, no la compartas. Pregunta. Verifica. Sé parte de la solución, no del problema. El pueblo unido jamás será vencido, pero ¿realmente estamos unidos? La verdad es que muchas veces nos dividimos por nacionalidades, costumbres, iglesias o ideologías. Pero cuando la libertad está en juego, esas diferencias no importan. Lo que importa es el respeto, la solidaridad, el amor por el prójimo. Cuando ayudamos a otros, también nos ayudamos a nosotros mismos.
Ayudarnos unos a otros es más que una opción. Es una necesidad. Hoy, más que nunca, necesitamos recordar que aunque el miedo nos golpee, la esperanza siempre puede levantarnos. Y la esperanza vive en la unidad. La esperanza vive en ese vecino que se ofrece a llevar a tus hijos a la escuela. En esa maestra que consuela a un niño asustado. En esa comunidad que se organiza para cuidar unos de otros. Haz algo hoy. Habla con tu vecino. Ofrécele ayuda. Infórmate. Infórmalos. Porque el cambio no llega solo. El cambio empieza contigo. Y aunque nos quieran dividir, nuestra fuerza siempre será más grande cuando caminamos juntos.