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Oct 17, 2025
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“Tus Prioridades Revelan Tu Verdadero Valor”

Dicen que el valor de una persona no se mide por lo que dice, sino por dónde pone su tiempo, su dinero y su esfuerzo. Y es cierto. Tus prioridades revelan tus valores más profundos. Si observas en qué inviertes tus días, sabrás exactamente qué o quién ocupa el lugar más importante en tu corazón.

El problema es que muchos vivimos con las prioridades fuera de orden. Nos decimos “mi familia es lo primero”, pero vivimos exhaustos, sin tiempo para sentarnos a la mesa juntos.

Decimos “Dios es lo más importante”, pero no le damos espacio al silencio para escucharlo dentro de nosotros. A veces creemos que estamos amando, cuando en realidad solo estamos cumpliendo rutinas.

Miremos un ejemplo muy común. El padre de familia que se esfuerza todos los días, trabaja largas horas, se desvela para que nada falte en casa. Su intención es hermosa: amar a su familia a través del trabajo. Pero llega a casa tan cansado que solo quiere descansar. La esposa, que también trabaja y además se encarga de los niños y de la casa, se siente sola y molesta. Él siente que no lo comprenden; ella siente que no la valoran. Ambos aman, pero sus prioridades se han desalineado.

Ahí comienza la desconexión. La pareja deja de disfrutar su compañía, los hijos perciben la tensión, y sin darse cuenta, la casa se vuelve un lugar donde todos están presentes, pero pocos se sienten realmente vistos.

El problema no es el amor, sino el orden. Ambos están actuando desde el amor, pero se olvidaron del primer paso que enseña la Biblia: “Ama a tu prójimo como a ti mismo.” Y ahí está la clave. No podemos amar bien a otros si no nos amamos, cuidamos y valoramos primero. No puedes dar lo que no tienes. Si estás vacío, agotado o frustrado, solo darás más de lo mismo. Otro ejemplo muy común está en el malentendido de lo que significa servir a Dios.

Hay quienes creen que amar a Dios por sobre todas las cosas es entregarse por completo al servicio de la iglesia, asistir a todas las reuniones, participar en cada evento. Pero si ese servicio te aleja de tu hogar, si tus hijos te necesitan y tú estás ocupado “sirviendo”, entonces hay  un desequilibrio.

No hay mejor ministerio que el que se hace en casa. No hay mejor iglesia que tu propia familia.

Cuando los hijos “se pierden” en malos hábitos, muchas veces no es que se hayan perdido ellos… lo que se perdió fue la conexión. Y todo comenzó cuando las prioridades se confundieron.

Cada día tenemos una nueva oportunidad para revisar ese orden. Nuestras prioridades son el mapa que guía nuestra vida. Si tu tiempo, tu energía y tu dinero se van a cosas que no nutren tu alma ni fortalecen tus relaciones, tarde o temprano sentirás el vacío.

Empieza por ti. Cuida tu cuerpo, que es un templo sagrado. Alimenta tu mente con pensamientos que te eleven.

Da espacio a tu espíritu para respirar. Llena tu propia copa, y entonces podrás servir a otros desde la abundancia, no desde el agotamiento.

Ama profundamente, pero con equilibrio. Da tiempo a tu pareja, escucha a tus hijos, llama a tus padres, ríe con tus amigos. No permitas que la rutina te robe lo esencial.

Al final del día, no recordaremos las horas que trabajamos, sino los abrazos que dimos, las risas compartidas y los momentos de conexión real.

Las prioridades cambian con el tiempo, pero el principio es eterno: todo lo que hagas, hazlo desde el amor. Que tu tiempo, tu dinero y tu esfuerzo reflejen lo que más valoras. El tiempo pasa rápido, y nadie sabe cuántos años nos quedan. Pero lo que sí sabemos es que podemos decidir hoy cómo queremos vivir el resto de nuestros días.

Cambia tus prioridades… y cambiarás tu vida.